Asistimos a The Yellow Heads en Medellín

Asistimos a The Yellow Heads en Medellín

Mansion Club tuvo el honor de recibir a los enmascarados amarillos, y nosotros estuvimos ahí.

Artículos | Por DJ Mag Latinoamérica | 07 de julio de 2017

Marck D tuvo el honor de hacer el warm up. | Foto: Kevin Zapata

Marck D tuvo el honor de hacer el warm up. | Foto: Kevin Zapata

A lo largo de cinco semanas, los ciborgs amarillos, The Yellow Heads, anduvieron de tour por diferentes regiones de Colombia, comenzando la travesía en Bogotá el pasado 2 de junio, continuando luego por Palmira, Popayán, Cali, Pereira e Ibagué, resonando con una línea estridente donde los invitados gozaron y bailaron su línea musical en un ambiente frenético, como Medellín, ciudad que se encargó de despedir a Javier y Joaquín el pasado 1 de julio en Mansion Club, recinto por el cual pasaron más de 400 personas a apreciar la música de Marck D, EpZ & Al3xandria y, por supuesto, The Yellow Heads.

La gente se aglomerada afuera del club. Todos hacían la fila. Algunos le daban el último beso al cigarrillo, extrayéndole todo lo que pudieran. Otros, a escondidas, preferían tomarse una pola, porque la fila cada vez era más larga. Mientras los hombres se organizaban al lado izquierdo y las mujeres al lado derecho, lo único que podían ver era cómo al abrirse la puerta del club, emergía un humo que decía: “Esto está lleno y la gente se está moviendo mucho. Todos están chocando sus cuerpos, tanto así que sus hormonas me han creado para generar calor. Ellos quieren seguir moviéndose, por eso gritan y levantan las manos eufóricamente. No les importa nada, solo quieren bailar”.

La fila avanza y cada minuto que pasa es una advertencia de que el club estará lleno en cuestión de minutos. Adentro, EpZ y Al3xandria toman las riendas de la cabina para hacer un DJ set en formato hybrid. El público trata de llegar al DJ booth. Algunos logran escabullirse entre la gente para verlos, otros ven que el sitio esta llenísimo y deciden abortar la misión, quedándose cerca de la barra. Saben que ahí la energía es igual de caliente y provocadora.

Nosotros también decidimos hacer parte de los que desistieron ir hasta el DJ booth. Alzamos la mirada, logrando mirar a las personas que están más cerca, pero entre manos arriba y celulares encendidos, capturando cada momento, se hace difícil obtener una buena visión. Nos concentramos en la gente que está a nuestro alrededor, tratando de entender su éxtasis. Nos agrada esa idea de ver a la gente moverse sin miedo, como si la filosofía de los punkeros: no me importa nada, los asechará diciendo que liberen todo el estrés acumulado de la semana. A nuestro lado hay un extranjero. Parece no saber mucho español, pero la energía de los que bailan y expulsan frases cortas como: “¡Eso jueputa! ¡Suéltelo, suéltelo! ¡Vamos Al3exandria, súbale a eso!”, lo emocionan, provocándole una pequeña sonrisita. Él empuña con fuerza su cerveza, levanta un poco las manos y deja que los pies empiecen a deslizarse por las baldosas del club.

En medio del calor, EpZ y Al3xandria entregan toda su energía. | Foto: Kevin Zapata

En medio del calor, EpZ y Al3xandria entregan toda su energía. | Foto: Kevin Zapata

EpZ y Al3xandria empiezan a generar un espectáculo musical. Sus ritmos se vuelven rotos, por momentos tornan a ser más agresivos. De hecho, a medida que el calor aumenta, la música se vuelve más alegre, pero también oscura, rápida y minimalista. “¡Qué música tan re chimba!” expresaba un personaje a nuestro lado mientras saltaba, gritaba y aplaudía, y silbaba y seguía aplaudiendo. ¡Ese chico era nuestro héroe! Reaccionar de esa manera por la música que sonaba, nos generó alegría. Ver cómo alguien se expresa de esa forma era un mensaje claro para quienes aún seguían moviendo su cadera de lado a lado, tratando de cogerle el ritmo a la pista o, simplemente, desnudando su mente por dentro.

El calor no paraba de aumentar. Faltaba media hora para la llegada de The Yellow Heads. Salimos a tomar aire, y notamos que el evento había agotado sus entradas, y que la noche estaba siendo todo un éxito para el primer evento que La Casa Des Plaisirs organizaba con un artista internacional.

Volvemos a entrar. Miramos el techo y apuntamos nuestros ojos hacia el fondo del club; y notamos que TYH ya están en cabina. También notamos que la gente grita más, y que de la nada hay más celulares en el aire. Nosotros seguimos con la gente de la barra. Cada vez se hace imposible ir a ver los enmascarados, pero ahí estamos conectando nuestros brazos y sudor con todo aquel que entra con la esperanza de llegar al DJ booth. Nuestros poros, nuestras pupilas y nuestras glándulas se contraen (y seguro la de otros más). El sistema nervioso de nuestra piel se activa en un destello de energía neural. Una luz amarilla y el viento de un ventilador ilumina al público que disfruta el sudor producido por la gente, por una cerveza en mano o por alguien que desea hidratarse, pero prefiere seguir bailando y gritando. Luego empezamos a pensar en la velocidad en que la gente está bailando. Algunos están más eufóricos, otros deciden ser más tranquilos, y nosotros, nosotros estamos ahí, analizando cada movimiento, cada palabra, cada subidón generado por el dúo español.

Entre miradas y aplausos, TYH conecta con el público. | Foto: Kevin Zapata

Entre miradas y aplausos, TYH conecta con el público. | Foto: Kevin Zapata

La gente aplaude, grita, silba, y aplaude más duro. Han entendido que la fiesta ha culminado y que la experiencia fue reconfortante. Valoran el hecho de que el club haya recibido a TYH para comunicarse con el público paisa e intercambiar ritmos en un entorno diferente.

Entre aplausos y gritos, Medellín despide a los españoles. | Foto: Kevin Zapata

Entre aplausos y gritos, Medellín despide a los españoles. | Foto: Kevin Zapata