Baile funk: la criminalización de la escena brasileña

Baile funk: la criminalización de la escena brasileña

Una mirada profunda a la influyente corriente musical que es perseguida debido a sus orígenes en las favelas.

Artículos | Por DJ Mag Latinoamérica | 05 de octubre de 2020

En la madrugada del domingo 1 de diciembre de 2019, la policía militarizada irrumpió en una fiesta callejera de funk llamada Baile da DZ7 en la favela de Paraisópolis. Los asistentes a la fiesta fueron arrinconados en callejones angostos y, mientras estaban atrapados, la policía utilizó gases lacrimógenos y balas de goma para dispersar a la multitud, lo que provocó una estampida en medio del caos. Nueve personas murieron. Gustavo Cruz Xavier fue el más joven en morir. Solo tenía 14 años. Según testigos, la policía ocupó todas las salidas posibles de la calle, lo que dificultó la dispersión y provocó el pánico.

Muchos de los que lograron escapar fueron perseguidos por la policía. La policía afirma que perseguían a narcotraficantes armados pero, actualmente, hay poca evidencia que lo respalde. Fue otro capítulo en el largo proceso de criminalización de la música funk en Brasil. A pesar de lograr el éxito mundial con cantantes como Anitta y Ludmilla, el funk sigue estando fuertemente vigilado en las favelas de Río de Janeiro y San Pablo, y sus artistas y productores han sido víctimas constantes de investigaciones criminales e, incluso, encarcelamientos.

ORÍGENES

El funk brasileño es un “género afrodiaspórico de música electrónica de baile nacido en Brasil a finales de los ochenta”, explica Carlos Palombini. Él es profesor de Musicología en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y uno de los principales expertos en el género. “Combina tradiciones musicales afroamericanas y afrobrasileñas, y pertenece al vasto grupo de derivados del lenguaje musical del hip-hop, con marcadas referencias al electro, latin freestyle y al Miami bass”.

Junto con estos estilos, el funk reúne una variedad de otras influencias musicales, vocales y bailables de la cultura popular brasileña: samba, pop rock, cánticos de estadio de fútbol, ​​Maculelê -una danza folclórica brasileña de origen afro e indígena- y capoeira, la conocida forma de artes marciales desarrollada en Brasil por los descendientes de esclavos africanos. Estos estilos están incorporados en las figuras de DJs y MCs, inspirados en el soundsystem jamaiquino y la cultura hip-hop. Rafael Hermés, investigador y estudiante de maestría de la Universidad de San Pablo, explica que “el funk mezcla el rap con el acento brasileño y el perfil melódico de los géneros de canciones locales, encontrando diversas poéticas que expresan la vida, los deseos o las trayectorias de los jóvenes, y la población negra y periférica”.

Como un crisol racial y sonoro con raíces en la clase trabajadora, el funk ha chocado durante mucho tiempo con las normas sociales establecidas por las élites brasileñas. “Desafía los estándares de comprensión del nacionalismo musical”, explica el profesor Palombini. Es un género que detalla y crea una relación difícil entre las clases sociales que, a menudo, conduce a la violencia. Alguien que le habla a esas poblaciones es DJ Marlboro, considerado el inventor del funk gracias al lanzamiento de su álbum “Funk Brasil” de 1989.

“El funk es unión”, dice DJ Marlboro. Su importancia social en la cultura brasileña proviene del hecho de que la música “da oportunidad a los excluidos socialmente”. “Estamos muy mal en educación, salud y seguridad. Somos un país muy rico que está muy mal administrado”, continúa. “El problema en Brasil es que la clase política está tratando de aprovecharse de nosotros, de un país que ha sido robado desde que fue descubierto. Cuanto más humilde es la favela, más violenta es. Cuanto más urbanizada está la favela, con más asistencia y mejor escolaridad, menos violenta se vuelve, porque la gente tiene perspectiva de la vida. Y el funk ayuda a dar perspectiva. El funk puede conducir a la ascensión social.”

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SAMBA

No hay forma de entender el funk sin buscar las raíces de otro de los géneros de la cultura brasileña. La samba surgió en el período inmediatamente posterior a la abolición de la esclavitud en Brasil en 1888, y estuvo fuertemente asociada con la población negra marginada. Miles de negros liberados construyeron sus hogares fuera de las ciudades, en lo que luego se convirtió en las favelas, y la samba es autóctona de esas comunidades. Casi como era de esperar, la samba fue rápidamente mal vista por las élites brasileñas contemporáneas, en su mayoría blancas.

“La samba construyó en torno a sí misma una cierta asociación con la picardía”, explica Gabriel Borges, estudiante de doctorado en literatura, enfocado en la música brasileña en la Universidad Federal de Río de Janeiro. Dice que ser encontrado en la calle con una guitarra era motivo suficiente para ser arrestado. Algo igual que la práctica de la capoeira, la forma de artes marciales que, estrechamente ligada tanto a la samba como al funk, también fue criminalizada en ese momento.

La samba y el funk tienen dos elementos principales en común. Hay revuelta social y, a veces, hasta elogios a la delincuencia como respuesta social a la exclusión. También existe la elevación social, una forma en que los artistas usan la música como un intento de integrarse a la sociedad y tener éxito. Como explica Borges, la samba, así como el funk, representan “las aspiraciones de la población negra de integrarse en la sociedad brasileña más amplia, con la intención de superar la marginación”. Antônio Spirito Santo, músico y conocedor de la historia de la samba, resume la relación entre samba y funk, y las élites, como “resiliencia”: ni reacción radical, ni integración completa.

DESARROLLO Y CRIMINALIZACIÓN

DJ Marlboro explica que la música fue producida en la favela, y que se “cantaba sobre el asfalto, pidiendo paz”. Pero el mayor éxito del funk no comenzó en las calles de las favelas mismas sino en los clubes de baile en todo Río de Janeiro. En los clubes, se llevaba a cabo el ‘festival de galera’, donde los grupos competían bailando canciones funk «en un estilo similar a la samba», dice. Las peleas estaban prohibidas en los bailes y los involucrados a menudo eran expulsados. Pero, temiendo perder a la multitud leal al continuar haciéndolo, los promotores se dieron cuenta de que «el baile, que era una competencia saludable, comenzó a ser frecuentado por aquellos que querían pelear», dice DJ Marlboro.

Con el tiempo, creció una cultura conocida como los “bailes de corredor”. Grupos rivales se organizaban a ambos lados del club: formando un pasillo, también conocido como “filas de personas”, uniendo los brazos, hasta que comenzó a verse “como un juego, casi como la capoeira”, no muy diferente al pogo del rock, ya que los bailarines/luchadores intentarían arrasarar con todo lo que tengan en frente.

Los pasillos gradualmente se volvieron menos sobre peleas personales o violencia de pandillas, y más parte de la cultura del funk. DJ Marlboro incluso consideró hablar con el Comité Olímpico Brasileño para transformar los bailes en un deporte reconocido a nivel nacional. El problema, dice, fue que la policía conoció acerca de los bailes de corredor. “Sin saber cómo funcionaba, las autoridades ordenaron el cierre de todos los bailes de las favelas, en 1995 y 1996”, explica. “Arruinaron la integración y limitaron el funk solo a la favela”, donde los grupos criminales podían ejercer más control.

A medida que el funk regresó a las favelas, una intensa campaña mediática fomentó su criminalización, dice el profesor Palombini. “Un punto de inflexión fueron las llamadas arrastões de 1992”, explica, “explotadas por la cadena de televisión nacional Globo Network con fines electorales”.

Una arrastão es cuando un gran grupo de personas comienza a realizar robos en el mismo lugar, en asaltos coordinados y rápidos. Las arrastões de 1991 y 1992 en particular fueron notables porque fueron el foco de un intenso escrutinio y exposición de los medios, vinculando a la población negra de las favelas con los robos. En octubre de 1991, el periódico GLOBO informó sobre las arrastões con el titular «Las ratas de la playa arrastran peces e intercambian tiros en Ipanema», la playa de Río de Janeiro.

Muchos dentro de la escena funk argumentan que los informes de los medios de arrastões de principios de los noventa son parte de la historia de la criminalización de los residentes de las favelas y, por extensión, de la música funk. Fueron «manipulados por los medios de comunicación, ya que no hubo robos, sino ‘corredores’ -un acto violento que no implica robo-«, dice DJ Marlboro. La presencia de jóvenes de las favelas, en su mayoría negros, en las playas se enmarcó como un intento de ocupar un espacio que las élites consideraban suyo: una «invasión de bárbaros» en la vida «civilizada» de la ciudad, dice DJ Marlboro. Cuando estos niños se peleaban entre sí en las playas, la respuesta rápida y agradable a las élites era culpar a las favelas y criminalizar su cultura.

A lo largo de la década de los noventa, se presentaron proyectos de ley en Río de Janeiro que buscaban investigar a los artistas del funk y prohibir eventos. En 1999, se creó la CPI -Comisión Parlamentaria de Investigación- en la Asamblea Legislativa del Estado de Río de Janeiro para investigar la música y la cultura funk. Un año después, se aprobó una ley que obligaba a los promotores a, entre otras cosas, instalar detectores de metales y tener guardias de la policía militar en los bailes, y obtener un permiso por escrito del gobierno para realizarlos encuentros. Lo más siniestro, la música que «promovía el crimen» tenía prohibido sonar en los bailes, criminalizando tanto a los artistas como a los promotores.

“El término ‘funkeiro’ se convirtió en sinónimo de ‘criminal’ en los medios”, dice el profesor Palombini. “Durante la primera década del siglo XXI, la misma asamblea legislativa de Río de Janeiro promulgó no menos de cinco leyes para regular los bailes”, explica Palombini. “Mientras tanto, proliferan los ataques de la Policía Militar a las reuniones de las favelas, y las investigaciones policiales como esa, con nombres y fotos de MCs estampados en las portadas de los diarios”.

Estas leyes cambiaron a lo largo de la década del 2000. A fines de 2003, se derogaron algunos elementos más duros de esta ley, calificando al baile funk como una “actividad cultural popular”. Esta ley, a su vez, fue revocada en 2008, con un nuevo enfoque en la criminalización de grandes raves, antes de ser revocada nuevamente en 2009. La ley 5543 consideraba a los intérpretes de funk como “agentes de la cultura popular” y prohibía “cualquier tipo de discriminación o prejuicio, ya sea de carácter social, racial, cultural o administrativo contra el movimiento funk o sus integrantes”.

El resultado de esta política de persecución, por parte de los medios, policías y políticos, fue que los bailes -ya confinados a las favelas- se volvieron más difíciles de organizar, hasta que, finalmente, el Coronel de la Policía tuvo la potestad de decidir si un baile o no podría tener lugar en una favela. “El funk vive bajo una dictadura”, lamenta Palombini.

Este fenómeno de criminalización llevó al surgimiento de una subcultura -y subgénero- conocido como “proibidão” –“muy prohibido”-, con letras que elogiaban a los narcotraficantes y a la delincuencia, contribuyendo aún más a la marginación del género. El funk toca temas que son tabú para una sociedad conservadora como Brasil: hablan de sexo de una manera a menudo pornográfica y retratar el crimen desde la perspectiva de la víctima y el perpetrador. Como explica DJ Marlboro, el funk es “la favela que le canta a la favela. Canta sobre su situación, ya sea violencia, sexualidad o exclusión… De ahí nace el proibidão. Nace por la prohibición del funk en los clubes.”

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“El funk me ha enseñado a pensar, a llegar a lugares que nunca imaginé. El funk es una inspiración para quienes viven en comunidades, para tener oportunidades, para aprender.”

UNA SORPRESIVA PERSECUSIÓN

El arresto en 2019 del DJ Rennan da Penha, una figura clave del funk y promotor del popular Baile da Gaiola, conmocionó a la escena. La fiscalía afirmó que actuó como un scout de los narcotraficantes, advirtiéndoles del movimiento policial dentro del Complexo da Penha -su favela natal y el sitio donde se desarrollaba el Baile da Gaiola-, a través de mensajes de WhatsApp. Rennan se declaró inocente frente a la afirmación central de que había trabajado con narcotraficantes y les había quitado dinero para financiar la celebración de Baile da Gaiola, y fue inicialmente absuelto de los cargos pero, luego de una apelación por parte del Ministerio Público, da Penha fue declarado culpable y condenado a seis años y ocho meses de prisión. Parte de las pruebas en su contra se basaron en videos y fotografías: él en compañía de personas acusadas o condenadas por tráfico de drogas, o de luto por la muerte de conocidos en operativos policiales. La defensa de Rennan argumentó que vivir en la favela es estar cerca de la violencia. Crecer y convivir con criminales, y mantener una relación cordial con ellos, es una táctica de supervivencia.

Luego de que el Colegio de Abogados de Brasil criticara su arresto y condena -alegando que era un intento de criminalizar el funk-, y de presentar una serie de recursos, en noviembre de 2019, da Penha fue liberado de prisión luego de obtener un habeas corpus de la Corte Suprema.

EL FUNK DE SAN PABLO

Para muchos, la cultura local para los jóvenes de las favelas está disminuyendo. MC Leonardo, uno de los principales funkeiros de los años noventa, vive en Rocinha, la favela más grande de Río de Janeiro. “Solíamos tener muchas opciones de entretenimiento cerca de casa”, recuerda. “Hoy en día, tenemos información, todo el mundo tiene Internet, pero no tenemos opciones. Cuando tenía 20 años, conocía más de 20 favelas. Hoy, con la prohibición de los bailes, las favelas ya no conocen las favelas.”

Renato Martins, investigador musical y creador del sello Funk na Caixa, explica que el funk en Río de Janeiro no dejó de producirse pero entró en un período de crisis. “Por lo general, un movimiento musical dura de cinco a ocho años”, explica. “En los noventa, vinieron los chicos del rap, luego bandas y cantantes como Bonde do Tigrão y Tati Quebra Barraco, después de los ‘bailes de corredor’. Entre 2005 y 2007, Río comenzó a perder espacio. Hubo algunos éxitos, pero solo unos pocos, nada que pudiera contar con artistas capaces de sostener un movimiento completo.”

En San Pablo, internet transformó la forma en que se producía y consumía el funk, y una nueva generación encontró más formas de sacar provecho de la música. “A principios de la década, YouTube pagaba mucho dinero por las visualizaciones pero en Río todavía dependían de la distribución regional de funk a través de sitios o intercambio de material”, explica Martins. «La generación de San Pablo llegó con YouTube pagando mucho por las vistas, y algunos videos tenían millones.”

KondZilla es una productora que hace videos y promueve el funk en Brasil. Tienen 57 millones de suscriptores y se encuentran entre los 10 principales canales de YouTube a nivel mundial. Algunos de sus videos auto-alojados tienen más de 90 millones de visitas. GR6, otra productora, tiene casi 30 millones de suscriptores de YouTube y también es otro peso pesado en el mercado del funk de São Paulo. «Río de Janeiro es creativo, pero es muy oba-oba (demasiada fiesta)», dice DJ Marlboro. “No tiene estructura profesional. No piensa en el futuro y no está organizado. En San Pablo, el funk se volvió profesional y apareció un nuevo comportamiento empresarial fue fundamental para crear la industria.”

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Como el funk de San Pablo está justo en las afueras de la ciudad, en los suburbios remotos, KondZilla ha ayudado a romper la barrera entre la élite y los pobres, y el funk empieza a sonar gradualmente en las fiestas de clase media de la ciudad. Pero, al igual que en Río de Janeiro, el funk está criminalizado en San Pablo, y los bailes son reprimidos violentamente por la policía. El Baile da Dz7, la fiesta callejera de la favela de Paraisópolis que enfrentó la violenta represión en la que murieron nueve personas, es el baile más grande de la ciudad.

El funk de San Pablo creció entre 2011 y 2014, cuando llegó un subgénero llamado ostentação –ostentación-, con funkeiros desfilando con autos importados, joyas y ropa cara. El estilo se combinó con un momento en que el país pasaba por un crecimiento económico acelerado hasta que «comenzó a volverse un poco falso», dice Martins, cuando el país comenzó a enfrentar serios problemas económicos.

Martins cree que San Pablo comenzó a enfrentarse a un problema que dificultó el impulso de su música nativa. “Los que ya estaban consagrados en la escena no le dieron espacio a lo nuevo, y lo nuevo necesitaba más recursos para ingresar al mercado. Entonces, lo nuevo tuvo que sorprender al mercado”, dice. «La resaca del funk de San Pablo permitió un nuevo movimiento llamado 150bpm: una versión acelerada del sonido que ha hecho que Río de Janeiro vuelva a ser relevante en el mundo del funk.”

Rennan da Penha, DJ Polyvox y DJ Iasmin Turbininha fueron los primeros testaferros de este sonido. Turbininha, una de las primeras DJs de funk, nació y se crió en la favela La Mangueira, en Río de Janeiro. “Con el funk, muchas personas en la comunidad tienen oportunidades”, explica. “El funk me ha enseñado a pensar, a llegar a lugares que nunca imaginé. El funk es una inspiración para quienes viven en comunidades, para tener oportunidades, para aprender.”

Pero también ha tenido que luchar contra el sexismo y los prejuicios para mantener su carrera. “Ser la primera mujer en tocar en un baile comunitario fue muy importante. Fui a lugares en los que nunca pensé tocar”, explica. Aunque la amenaza de la violencia policial y la criminalización persiste, el prejuicio que enfrentó a menudo provenía del interior de la escena funk.

“Los DJs famosos piensan que todo lo que viene de la favela es genial”, dice, “pero si es un chico negro o una mujer de la favela que sube al escenario y toca las mismas canciones, no nos respetan, tienen prejuicios. Es difícil tener esperanza cuando vives en la favela, despertar todos los días para enfrentar una bala perdida o el hecho de que la gente que conoces se está muriendo”, dice. Pero, como dice DJ Marlboro, “el funk es la unión”.

EL FUTURO

El funk ha seguido reinventándose a sí mismo, y plataformas online como KondZilla y GR6 han ayudado a profesionalizar la escena en la última década lanzando éxitos de funkeiros como MC Guimê, Kevinho y MC Gui que han superado las audiencias locales y han encontrado el éxito a nivel nacional e internacional. Hoy en día, no es raro ver a MCs funk en programas de televisión nacionales pero es difícil equilibrar el crecimiento internacional y la exposición de los artistas del funk junto con la continua criminalización de sus orígenes. Para el profesor Palombini, sigue siendo la preocupación más crítica que enfrenta el género en la actualidad.

“La criminalización del funk es letal para las personas de la favela, pero su cultura sobrevive al ser succionada desde la periferia hacia el centro y hacia las ciudades”, dice el profesor. “Con artistas de Brasil y otros países adoptando el sonido y promocionándolo, el funk parece menos sujeto a balas perdidas que buscan sus objetivos en la economía informal de la favela. Pero la favela misma sigue luchando por derechos y reconocimiento.”

Traducción del artículo original “Baile funk: the criminalisation of Brazil’s funk sceneescrito por Raphael Tsavkko Garcia en DJ Mag.