El trap sigue ganando terreno en una industria musical cada vez más dinámica y cosmopolita. Constantemente, se crean conceptos y estructuras nuevas, empujados por productores que borran los límites entre géneros y apuestan a sonidos híbridos. La fusión de culturas e ideales son determinantes y, cuando encajan, no hay nada que los frene. Así fue como el trap nos agarró a todos por sorpresa y hoy está por todos lados.
El dinero, el sexo y las drogas, las cuotas de placer encontradas desde siempre en la escena de la música, interconectan con la actualidad, dando lugar a una nueva generación. Millones de visitas en YouTube, sorprendentes cantidades de seguidores en Instagram, un estallido de libertad y un grito de cambio que se fue dando con el paso de los años son algunos de los parámetros que marcan la fuerza de esta revolución.
El concepto del género que conocemos como trap lleva un tiempo en la escena musical y es aún difícil de definir debido a su cantidad de ramificaciones y fusiones. Concebido a fines del siglo pasado en ciudades como Atlanta, en los Estados Unidos, el trap se gestó como un desvío del hip hop en regiones del país norteamericano, con el sustento puesto en sus bajos extremos y unas letras que resultaban más agresivas que sus propios beats.
El argentino Duki en el Gran Rex porteño.
Con el tiempo, la música trap fue ganando terreno y consolidándose en la industria como una corriente en sí misma, abriendo la puerta al reggaeton desde Centroamérica, incorporando corrientes latinas a un sonido que, de buenas a primeras, parecía exclusivo para los gángsters del país del norte. Así, el dembow y el flow latino empezaron un lento camino que hoy los mete de lleno en un terreno que parecía imposible, haciéndose cargo de este nuevo género.
Si bien en su momento el house tenía a las revolucionarias almas en búsqueda de libertad metidas en los clubes nocturnos, hoy es el trap el movimiento que genera en los jóvenes el placer nocturno del pertencer y que nutre constantemente las performances del mundo DJ en su versión mainstream, además de llenar estadios por su cuenta con traperos convertidos en estrellas mundiales, cobrando protagonismo con energía.
En el mundo del trap se pueden apreciar dos grandes vertientes. La primera de ellas es la que llega por extensión del hip hop, con la poesía, la métrica y las rimas como protagonistas, vibrando en compañía de beats que entrega un DJ. Por el otro lado, aparece la cuestión que mejor encaja con nosotros, ligada al mundo EDM, siendo base y escencia. Las mezclas deliciosas de los productores nos dejan sorprendidos en medio de la constante búsqueda de superación mediante tecnologías cada vez más de avanzada.
La nueva generación, como cada una de las vividas hasta el momento, establece nuevas subjetividades. El amor pasó de moda, florece el narcisismo y la lucha por el éxito, envueltos en estéticas y estilos callejeros, marcando grandes masas de fanatismo.
El trap es el paradigma que encontró esta búsqueda generacional. Algunos lo disfrutan, otros lo critican, pero hay algo que es innegable: este nuevo género musical que conlleva un estilo de vida adoptado por muchos lugares del mundo, llegó para quedarse.
El cantante Khea fotografiado por Laura Bacanal.
Por Maria Sol Villalobos