Viajar a Las Vegas para presenciar a Solomun en la Sphere no fue solo asistir a un show, fue sumergirse en un mundo donde la música y la imagen se entrelazan de manera indescriptible. Desde el momento en que ingresamos al venue, la sensación era diferente. La energía en el ambiente anticipaba algo fuera de lo común, y lo que vivimos superó cualquier expectativa.
La imponente pantalla de la Sphere dio inicio a la presentación con frases que parecían susurrar un mensaje ancestral: «The beginning was the word, and the word became sound, and the sound became music». En un bosque oscuro, el sonido creció progresivamente, hasta que un beat sutil marcó el ingreso a un viaje que nadie en la sala olvidaría.
Solomun creó paisajes sonoros que se reflejaban en las visuales de manera impactante. No se trató solo de un despliegue tecnológico impresionante, sino de una ejecución artística concebida para sumergir al público en una atmósfera jamás explorada, un firmamento donde sonido e imagen danzan en armonía efímera.
Uno de los aspectos más fascinantes de la puesta en escena fue la colaboración con Blanca Li, coreógrafa de renombre internacional que ha trabajado con Daft Punk. Su participación fue clave para dar vida a la visión de Solomun, aportando una dimensión humana a la experiencia visual. Junto a su equipo de bailarines, Blanca creó secuencias coreográficas que se integraron a la perfección en las visuales, logrando momentos donde el movimiento parecía emerger directamente del sonido.
Esta fusión entre danza y tecnología elevó aún más el espectáculo, reforzando el mensaje central de la presentación: la música y la danza son el lenguaje más antiguo de la humanidad, capaces de sanar y despertar a las personas. En la visión de Solomun, este show no solo fue una exhibición visual y sonora, sino un recordatorio del poder divino de la música y su capacidad de conectar a la humanidad a través del movimiento.
Tuvimos la oportunidad de conversar con Solomun antes del evento y nos habló sobre la preparación para esta presentación tan especial: “Este lugar es todo. Fue un desafío encontrar un equilibrio entre la espontaneidad de un set en vivo y la estructura visual que queríamos presentar. Cada track tenía su propia narrativa y visuales, pero aún así quise conservar la libertad de decidir qué tocar en el momento.” Nos reveló que el proceso de producción fue intenso y que trabajó junto a su equipo en la creación de 15 a 16 tracks con visuales específicas, asegurando que cada detalle estuviera perfectamente sincronizado.
La forma en que la música llenó el espacio fue impactante. Cada nota, cada sonido, se sentía diseñado específicamente para cada asiento dentro de la Sphere, generando una sensación de inmersión total. “No sé cómo reaccionará el público. Nunca antes existió un espacio como la Sphere”, nos comentó Solomun. Luego agregó: “No solo era un espacio único, sino que tampoco había hecho algo así antes. Contar una historia de esta magnitud no solo con música, sino con música y grandes visuales, fue el verdadero desafío para mí en este evento único”. Concebir y ejecutar un concepto tan ambicioso en una sola presentación representó una prueba de creatividad y producción que lo llevó a explorar nuevas dimensiones artísticas. “Solo espero que se dejen llevar por la historia”, concluyó antes de su presentación. Y el público respondió entregándose por completo a la experiencia.
A lo largo del show, la audiencia fue transportada por diferentes escenarios: desde ciudades futuristas con estructuras colosales hasta paisajes desconocidos donde gigantescas máquinas parecían observarnos desde la distancia. En algunos momentos, la inmensidad de estos paisajes podía resultar sobrecogedora, casi amenazante, pero la música de Solomun actuaba como un faro de estabilidad. Cada nota parecía guiar a los asistentes, disipando cualquier atisbo de inquietud y recordando que, incluso en lo desconocido, la música es un refugio seguro.
El final fue un círculo perfecto: las frases iniciales volvieron a proyectarse en la pantalla, pero esta vez con la voz de una mujer y el sonido de un silbido. Este no fue un simple detalle sonoro, sino la culminación del mensaje central de la presentación: ¿Qué hace una persona cuando se encuentra sola en un bosque oscuro? Silba o canta, y de inmediato se siente menos sola, menos asustada. Mientras la última nota resonaba en el imponente recinto, la Sphere parecía recordarnos que mientras la música suene, no hay razón para temer.
En un escenario donde la innovación y la grandeza dictan las reglas, Solomun logró algo diferente: convirtió la Sphere en un santuario donde la música y el arte visual se entrelazaron de manera sublime. No fue solo un show, fue una experiencia imposible de replicar en otro lugar del mundo. Ahora, con su regreso a Buenos Aires programado para el 1 de abril en Parque Sarmiento, la pregunta es inevitable: ¿podremos vivir aquí algo de la magia que experimentamos en la Sphere? Solo el tiempo dirá, pero una cosa es segura: el talento de Solomun trasciende cualquier escenario.