Texto: Valentina Mejía
El 16 de noviembre de 2019 me despertaba al mediodía en un afán por recorrer media ciudad. En el día menos ideal, se me hizo tarde, y sabía que Bogotá sería un caos. Abría el documento para revisar las preguntas por décima vez, cuando llegaba a casa y pedía otro Uber, pues ya otros dos me habían cancelado. Era sábado y el lugar del encuentro para la entrevista estaba en la zona de fiesta de la ciudad. Era la primera vez que entrevistaba a alguien, y mi inicio fue con quien está en el título de este texto: Ellen Allien. Llegué al hotel en compañía de mi amiga y compañera de colectivo, Luisa. Repasamos las preguntas, los temas y compartimos la emoción del momento. Ellen llegó y hablamos de su EP ‘La música es Dios’, la seguridad en las pistas de baile, inclusión y memorias. Entre risas, confusiones de lengua y pequeños debates terminamos la entrevista, nos abrazamos y nos dijimos: “Ya nos vemos”, pues sabíamos que nos encontraríamos en unas horas en el lugar que nos inspira: la pista de baile.
Hoy, en pleno 2020, todo es distinto y se ve muy lejana esa realidad de fin de semana, de trancones, de encuentros, de abrazos y de fiesta. La entrevista es, como todas las reuniones, virtual. Estoy envuelta en una cobija en la sala de mi casa, repasando el archivo de preguntas sobre “AurAA”, el nuevo álbum de Ellen. Recuerdo cada momento del anterior encuentro y me es imposible no comparar las dos realidades como si fueran mundos distintos. A las 5:30 p.m. Ellen me avisa que puedo llamarla.
Le pregunto por Berlín, me pregunta por Bogotá. Compartimos nuestros mundos y vivencias por unos minutos. Inevitablemente, recalcamos las diferencias entre cómo experimentamos las cosas en Latinoamérica y Europa, sabemos que somos de mundos distintos, así compartamos el plano terrenal. “El proceso de escribir las preguntas para la anterior entrevista y esta, es muy diferente. En nuestra entrevista pasada hablamos de la seguridad e inclusión en la pista de baile. Ahora, mis inquietudes son sobre seguridad e inclusión en la industria de la música electrónica global”, le digo a Ellen, mientras hacemos la charla pre-entrevista habitual para romper el hielo.
En medio del lanzamiento de su nuevo álbum, en todo el mundo han estallado manifestaciones contra el racismo desde los gobiernos hasta nuestra escena. Varios de los exponentes que han estado desde su creación, como dijo Kevin Saunderson en una entrevista con Billboard, expresan que esta industria aún les está fallando a los artistas racializados, desconociendo sus trayectorias por una comercialización de lo que alguna vez fue una escena rica en diversidad y ávida de intercambio cultural, cambios sociales y crecimiento mutuo. Ellen, que es una de las mujeres con las carreras más longevas en la historia de la escena techno mundial, se ha manifestado en redes sociales sobre el movimiento BLM -Black Lives Matter- y hablamos un poco sobre este, pero me freno porque sé que, más adelante, podré saber su opinión concreta con mis cuestionamientos. Aunque la mayoría de fiestas siguen pospuestas, el itinerario de Ellen ha estado lleno, se ha sentido abrumada y llena de sentimientos en la cuarentena. Nuestra llamada fue la primera que tuvo al llegar de Ibiza a Berlín, viaje que realizó después de una visita a lo que fue el ya desaparecido club Griessmuehle. Después de sentirnos a gusto con la charla, le anunció que empezaremos la entrevista.
Créditos: Stini Roehrs
“Como todo el mundo, quedé en shock”, me empieza a contar Ellen, mientras la escucho acomodarse en lo que creo es un sofá, recalcando que cuando nos conocimos en noviembre, estaba terminando “AurAA” y no se imaginaba lo que traería este 2020. “Después de trabajar en el disco, pasé por Bogotá y seguí mi gira por Norteamérica. Llegaron las festividades de año nuevo, tuve algunas presentaciones más y me tomé unas vacaciones. En marzo, estaba lista para la fiesta, fresca y, entonces, empezó la cuarentena. Se suponía que el álbum saldría en otoño o noviembre, pero después de tres semanas de cierre dije en mi sello: ‘¿Saben qué? ¡Sacaremos el álbum ya!’”, prosigue, teniendo claro que, ahora que estamos en un mundo sin pistas de baile, con música en casa con pocos o sin amigos, la situación a la que tendría que atenerse sería dura y distinta. “Aún con tener algo que hacer, la cuarentena ha sido muy difícil, debo decir. Tengo un compañero de piso, no tengo problemas financieros graves, tengo una casa y mi familia está en Berlín pero, aun así, es duro ver tanto sufrimiento en el mundo, ver toda esa violencia por todas partes, y no estar con mi pareja. Él está en México y yo aquí. No es sencillo pero para muchas personas es peor. Lo más importante ha sido estar conectada con mis amigos, con la música… Intentar pasar un buen rato. Le presto importancia a quienes necesitan de mí. No estoy centrada solo en mi bienestar y en mi fragilidad. Es difícil estar en cuarentena pero así es mejor. Es la única forma para que salgamos de esto pronto.”
Para Ellen, quedarse en casa significa tiempo de calidad, no solo con sus discos sino también por el hecho de tener nuevas oportunidades de crear música, dedicarle más tiempo a su sello y grabar algunas sesiones con edits que tenía pendientes. También me cuenta que quería hacer algo para las personas que no podían verla o salir de fiesta a escuchar a otro DJ y alejarse de esa carga laboral que a muchos nos abruma. “Durante todo este tiempo, quise hacer algo especial para las personas, esa siempre ha sido mi meta. Quiero conectar con quienes me siguen, así sea desde la lejanía, porque estos tiempos son extraños, confusos. Y si, como artista, mi única posibilidad es compartir para ayudar, eso haré. Comparto para que quienes me escuchen no se sientan solos/solas y sientan pasión por la música”, concluye antes de empezar a hablar de su nuevo disco. Su hábito más importante ha sido el de realizar todos los shows en vivo posibles que pueda en varias plataformas, porque es lo que la hace sentir feliz y conectada con la gente que la sigue y aprecia su música.
“AurAA”es un álbum como ningún otro, pues es lanzado en un mundo sin pistas de baile. Sabiendo que la música nueva no podría ser disfrutada junto al público en una fiesta por el encierro, y que existía la posibilidad de que esto cambiará la forma de ver su álbum, Ellen narra que, aún con el aislamiento, tuvo la oportunidad de tocar algunas canciones en muchos lugares, incluso cuando vino a Bogotá, porque para ella es importante poner a prueba su música antes de sacarla oficialmente, y que su forma de ver el álbum no cambió, pero sí la forma en que lo recordaría. “Éste álbum es una memoria de lo que fueron mis últimas fiestas del 2019 y la cuarentena del 2020. Con él percibo la dualidad del antes y el ahora.”
Hablando de las formas de recordar el álbum, entramos a conocer sobre el gran cambio de promoción de la música, pues antes existía la posibilidad de ir de gira por todo el mundo. Ahora, solo se puede compartir en redes sociales y esto representa un cambio en la industria musical. La promoción es diferente y como dice Ellen, la diferencia entre el pago que representan reproducciones en Spotify y YouTube contra lo que puede recibir de un club es inmensa e incomparable. Pero a ella le preocupa más la idea de no estar tocando y bailando que el dinero perdido por los cierres de las pistas de baile. “El arte no siempre se trata de hacer dinero”. Además, Ellen reconoce que la forma en que la audiencia digiere la música es diferente, pues todo es con más tiempo en casa. Y que, aunque le hacen falta las fiestas, no tiene problema en bailar donde está: “Veo los cambios pero no le veo problema a disfrutar la música en casa. La música está dentro de mí.”
“Mi inspiración viene de recuerdos y de mi día a día. El techno ha sido y es la banda sonora de mi vida. Cuando me siento a producir quiero hacer una canción de techno porque me quiero sentir bailando en el club, o en mi casa.”
Le conté que, al igual que ella, mi nueva pista de baile es la sala de mi casa y, al hablar de baile y de cómo este se hace aún más necesario, nos enfocamos en canciones de géneros electrónicos carentes de bajos, como lo son “Hello Earth” y “Human”, canciones que para Ellen son necesarias, pues la música electrónica lenta y los paisajes sonoros existen para habitar en otros contextos, diferentes a mover el cuerpo energéticamente. Le pregunto si este tiempo de quedarse en casa hará que géneros como el ambient y el noise tengan un momento de más popularidad, a lo que emite un sonido de negación, pues para ella siempre han estado presentes, siempre los ha sentido necesarios, y fluyen naturalmente al momento de producir. Ambas compartimos la forma en la cual disfrutamos de la música en el diario vivir. Me cuenta de su día a día y de cómo todo lo que hace, tiene su propia ambientación musical, lo que nos lleva a cómo Ellen crea música y si ha sido positivo o negativo crearla en un momento en el cual no se puede inspirar de la fiesta. “Mi inspiración viene de recuerdos y de mi día a día. El techno ha sido y es la banda sonora de mi vida. Cuando me siento a producir quiero hacer una canción de techno porque me quiero sentir bailando en el club, o en mi casa. Bailar es una parte fundamental de mi vida y lo quiero hacer con o sin fiesta. Aunque lo comparto, es de mí para mí”.
Algo que me llamó la atención del nuevo álbum de Ellen y otros trabajos suyos fue la parte de los créditos. Junto al nombre Ellen Allien hay otros cuatro e inmediatamente entendí que fue un proceso de creación colectiva. Para Ellen, la conexión entre todas las personas del equipo es fundamental para que el proyecto surja. “Es importante recalcar que todos los trabajos son igualmente valiosos. Yo conecto con Pablo en el estudio para que Tim (Xavier) pueda trabajar en una gran canción en el mastering y le podamos dar el concepto preciso a quien hace el arte, así este va a reflejar la energía del trabajo del que hicimos parte y contribuimos”. Además, Ellen recalca que, aunque trabaja con otras personas, su esencia siempre está presente, pues es ella quien deja claras las ideas, el concepto y la energía que se ha mantenido durante los años. Tanteando terreno, introduje a la conversación una figura que hace mucho ruido, pero a quien no podemos poner rostro: al/la ghost producer.
Y es que para nadie es un secreto que muchos artistas recurren a apoyarse en el trabajo de los/las ghost producers. Hay quienes tenemos más preguntas que respuestas como audiencia. ¿Es positivo o negativo?, ¿Desde cuándo sucede esto?, ¿Quién trabaja en solitario y quién no? Hay quienes dicen que esto afecta el desarrollo de la industria, pero Ellen dice que no. “Desde que la industria existe, hay productores que son pagados por artistas. No necesitas darles créditos a estos productores porque su retribución es el dinero”. Aun así, hay quienes, como ella, en la industria de la música electrónica eligen darle créditos a quienes hacen parte de los proyectos. Cuando hablamos directamente por quienes sacan música como si fuera propia sin siquiera hacer parte de la producción, Ellen es tajante y asegura que es un sistema que funciona desde el inicio de la escena. “Sí, hay artistas que eligen no dar créditos y decir que es su música. Depende de ellos, pero no tienen que hacerlo. Para mí, es interesante porque un álbum es más que música, es una artesanía, es una pieza de arte y es bueno saber quién está detrás.”
“Intentamos tener una escena segura, lejos de quienes quieren hacernos daño. Debemos hacer un esfuerzo por mantener nuestra pista de baile como un lugar seguro. Este es un problema político y cultural que siempre ha existido.”
“Así funciona desde que nació la escena”, fue la frase con la que recordé varios debates de quienes integran el organismo vivo al que se refiere Ellen: la escena electrónica. Al igual que ella, muchos artistas se sumaron a campañas de recaudación de fondos para salvar clubes, pagar artistas y ayudar a otras causas. Para muchos, la coyuntura actual nos permite cuestionarnos (sí, es momento) replantearnos las dinámicas de distribución de música, de dinero y de poder, (sí, es momento) de cambiar de raíz lo que era habitual. Ellen me devuelve en el tiempo, contándome un poco del inicio en el que no existía ni Facebook, ni Twitter, ni Instagram. Encuentra en el Internet un gran aliado para la autogestión y tiene fe en la comunidad que se ha creado en los últimos 20 años. “Si quieres sostenerte debes estar muy activo, conectar con quienes piensan como tú”. Sin embargo, para algunas personas dentro de la escena, estar activo y crear redes, no es suficiente.
Durante las protestas de BLM empecé a ver abuso policial casi diariamente en redes sociales y noticias y miles de personas movilizándose exigiendo justicia por el asesinato de Breonna Taylor, George Floyd y más casos que seguramente, llenarían otras tres páginas de esta entrevista. Este movimiento se esparció rápidamente en todo el globo, hasta llegar a nuestra escena. Casi todos los artistas se proclamaron en contra de la violencia y dieron su apoyo a la causa, aunque también se abrió la puerta al debate: ¿En qué momento la escena techno se convirtió en un lugar excluyente de las personas racializadas, y en un lugar desigual que imita y refleja las dinámicas de la sociedad? ¿O es que siempre fue así pero el debate no hacía tanto ruido? “Intentamos tener una escena segura, lejos de quienes quieren hacernos daño. Debemos hacer un esfuerzo por mantener nuestra pista de baile como un lugar seguro. Este es un problema político y cultural que siempre ha existido. La violencia está en todas partes, esta propaganda de guerra nos llega y deberíamos dejar de permitir que nos pongan tanta promoción de sangre en frente. La desigualdad no solo está en nuestra escena, está en todo el mundo. Espero que más personas vengan de nuestro lado, de quienes no queremos más violencia e inequidad”.
Me llevé en mis recuerdos a cuando descargué mi primera canción de Ellen y sus letras “Take a stand, scream and shout” que iban acompañadas de sonidos ácidos y bajos retumbantes. Esas letras fueron una promoción del fenómeno actual. Tomar una postura política públicamente, en estos momentos, más que una opción parece una obligación para decirle a quiénes te siguen como artista, de qué lado estás. Con miedo a caer en lo obvio, le pregunté a Allien si esta situación la ha hecho repensar su responsabilidad como artista con la plataforma tan masiva que tiene, soltando una risa de nervios, a lo que ella conecta que lo que publica en Instagram es solo una pequeña parte de su vida, pero que quiere usarla para difundir su fortaleza, que eso es lo que siempre ha estado haciendo. “Quiero decirles a las mujeres que pueden tener sueños y pueden trabajar por ellos y perseguirlos. Que todas las personas pueden. Esa es mi responsabilidad. Veo que hay muchas personas que usan sus plataformas para difundir ideales de belleza, riqueza y solamente eso, pero para mí, solo publicar sobre esas cosas es una basura capitalista”. Agrega que también es una responsabilidad del público recordando nuevamente, el inicio de la escena: “Antes tenías que pagar para informarte sobre lo que pasaba en el mundo. Ahora, es gratis y solo debes sacar tiempo para eso. Las personas deben ser responsables y educarse a sí mismas”.
“En la tierra confío. En la música y en los arcoíris confío. Estoy asustada de lo que los humanos pueden crear, pero con la música puedo crear cosas que no me pueden herir, ni me pueden discriminar. Es lo mismo con la tierra: puedo vivir en ella y comer de ella. Confío en la tierra porque me trata bien.”
Ambas nos reímos sobre la forma en que las redes pueden ser aliadas y enemigas y, sin pensarlo, expresé una queja a modo de duda. Sí, debemos ser responsables de educarnos pero, ¿qué pasa con quienes están dentro de la industria? Es decir, ¿qué acciones pueden tomar quienes tienen poder para ser aliados de personas discriminadas?, le cuestioné mientras me mordí la lengua después de la última sílaba. Ellen se quedó en silencio unos segundos, que parecieron muy largos, y retomó la palabra: “Es importante resaltar que creo que todas las personas en algún momento son discriminadas. Aún si tienes mucho dinero, eres discriminado por alguien”. No pude evitar soltar un ruidoso suspiro de decepción y contuve mis ganas de contradecir en los segundos que siguieron de silencio, pero cómo si a kilómetros Ellen leyera mis pensamientos en conflicto, agregó: “Hay discriminaciones estructurales. Hay violencias sistemáticas debido a estas. No podemos asumir que la discriminación hace parte de los comportamientos habituales de las personas sin cuestionar de dónde vienen. ¿Cómo así que discriminar a alguien con mucha plata?”, retomó la palabra para llevarme a un recuerdo de su juventud: “Tuve un novio, y debido a su color de piel, caminábamos en la calle aguantando que nos gritaran, que murmuraran, que escupieran al pasar a nuestro lado. Desde ese momento, asumí que no podía tratar con esas personas, no podía estar rodeada ni estar cerca de quienes discriminan en ningún grado. Lo que hice fue juntarme y formar lazos con buenas personas, en una comunidad que no se dejara penetrar por esas conductas enfermas. Debemos unirnos siempre contra el racismo y alejar a quienes son racistas”.
Aunque mi otro yo me decía: “Tienes que preguntar algo más concreto”, callé, mordiéndome el labio y entendiendo en ese minuto en que Ellen terminaba de contar su anécdota que, en estas ocasiones, a quienes debemos preguntar por cómo ser buenos aliados es a quienes están siendo discriminados. A fin de cuentas, son ellos quienes pueden ver los cambios en la forma en que se les está tratando y en cómo se está moviendo la escena a su favor en medio de tantas injusticias. Me moví como si quisiera quitarme de encima esas dudas y regresé la música a nuestra conversación mientras acomodaba la cobija para escuchar la historia detrás de “In Music I Trust”, la segunda canción en el álbum. “No confío en ningún humano”, dijo seguido de otro silencio, y no pude evitar soltar una risita que se acompañó con la de ella. “En serio, cuando escribí esta canción también dije: ‘En la tierra confío, en la música y en los arcoíris confío. Estoy asustada de lo que los humanos pueden crear, pero con la música puedo crear cosas que no me pueden herir, ni me pueden discriminar. Es lo mismo con la tierra: puedo vivir en ella y comer de ella. Confío en la tierra porque me trata bien. Y quiero amar, quiero compartir amor por medio de la música y alejarme de quienes no quieren lo mismo.”
Sin darse cuenta, Ellen me hizo cerrar los ojos e imaginarme lo que estaba narrando cuando respondía a una pregunta que después de decir en voz alta, me sonó a cliché. Me recordó a quienes preguntan, ¿qué te reta como artista? Al final, ya la había hecho: ¿Puedes darme una frase que describa lo que quieres transmitir en este álbum? Aunque ella no dijo solo una frase y, entre risas, con un tono de voz más agudo, preguntó: “¿Solo una frase? ¡Pero si eso es muy complicado!”, prosiguió: “A veces, me gustaría que la gente se detuviera a apreciar los momentos. Cuando estoy en el parque y veo a alguien que admira en silencio, la naturaleza o alimenta a un animal, solo quiero presenciar ese momento y sentirlo. O, por ejemplo, cuando estás en Bogotá y empieza a llover, detente un momento y siéntelo. Si vas por la calle y ves a alguien mayor haciendo algo bello, solo detente y admira esos pequeños momentos; o si ves a tu madre cocinando, cerca de ti, haciendo cualquier cosa. Yo me tomo esos momentos y es lo que quiero que la gente también haga. Es importante detenerse en medio de todos los afanes y apreciar la vida”. Abrí los ojos ante un silencio prolongado y finalizó con la frase: “Tómate el tiempo para sentir las vibraciones. Permítete sentirlas sin preguntar.”
Empezamos a concluir la llamada con preguntas de rutina “¿Y qué harás en los meses que quedan del año?”, pero nuevamente volvieron los cuestionamientos internos: aunque Ellen no se reserva sus comentarios sobre la importancia de publicar en redes apoyo al movimiento BLM, ¿en verdad artistas blanco(a)s, procedentes de escenas europeas, entienden que, como dice Ellen, trabajar y ser activo (a) no es suficiente? ¿Que existen relaciones de poder que hacen imposible hasta ahora que los grandes carteles de festivales electrónicos, los sellos y los portales de noticias sean de verdad diversos? Recordé algunos tweets que hablaban de la influencia latina en la creación de los primeros sellos de techno y a la vez recordé la triste cifra de 5% de participación latinoamericana en festivales “internacionales” -o más bien, en países del norte, donde sabes que, si llegas, tienes una ventaja. Le conté a Ellen mis planes, evitando volver a las preguntas y ella respondió feliz que, por fin, tocará en una fiesta al aire libre en Croacia. Le deseo suerte, ella a mí. Le agradezco por su tiempo y miro el número 49:20 en la pantalla. Aunque me prometí moderarme, fue casi una hora de nuevo. Pare la grabación, la guardé y me quedé un momento en silencio aún con dudas: ¿Son suficientes las publicaciones en redes?, ¿podemos como público, también proponer y participar? Al fin de al cabo, ¿cuál es la mejor manera de discutir sobre el racismo, clasismo, machismo y otras discriminaciones violentas dentro de nuestra escena y cómo vamos a solucionar estos problemas? No, lector. Desafortunadamente, ni Ellen ni yo tenemos respuestas a todas esas preguntas pero intercambiar inquietudes para borrar la barrera entre artista y audiencia, es un buen inicio. Tengo fe, como Ellen, en que podemos confiar en la música electrónica para que nos inquiete, nos junte, nos haga responsables y nos motive desde distintas partes del globo a cambiar las dinámicas violentas que accionan el sistema en el que vivimos y en el que escuchamos “AurAA”. Y contrario a ella, confío en las personas también.