Foto: Tuti Gianakis
En esta primera edición de Fuera de Pista, hablamos con un verdadero ícono del mundo del espectáculo argentino. Sergio Lacroix ha sido un personaje importante del ecosistema de la música argentina en las últimas tres décadas, habiendo trabajado con algunos de los artistas más importantes que han salido del país.
Como arquitecto de escenas, escenógrafo e iluminador, Sergio aportó sus conocimientos a las puestas en escena más diversas, desde sus inicios en el mítico Club Morocco, el salto a la elite musical de la mano de Soda Stereo, su intrínseca relación con Babasónicos y sus destellos esporádicos de calidad en shows de música electrónica, creando situaciones escénicas para DJs como Hernán Cattaneo, Tale of Us y Richie Hawtin, entre tantos otros.
Después de deslumbrarnos en la última edición de Sunsetstrip en el Campo de Polo, utilizando recursos de manera inteligente para estimular al público tanto en las horas de día como de noche, decidimos ir en busca de Sergio para que nos cuente algunos de los entretelones que lo llevaron a ser uno de los grandes escenógrafos de Latinoamérica.
En plena cuarentena, en su casa de Monserrat, el barrio más antiguo de la Ciudad de Buenos Aires, contestó nuestras preguntas vía Zoom.
Contanos un poco como llevás adelante este momento de estar encerrado. ¿Pudiste seguir trabajando?
“La primera etapa de la cuarentena, casi los dos primeros meses, totalmente aislado. Tratando de entender este nuevo mundo y después, gracias a dios, apareció un proyecto audiovisual, en el cual estoy trabajando en este momento, y me pude alejar un poco de la pandemia, la cuarentena, la política, de todos los pronósticos y me fui de Twitter”
Pudiste ocupar la cabeza…
“Sí, voy a trabajar a un lugar en donde hay muchísimo protocolo. Solo podemos ser diez personas, con barbijo, alcohol en gel y demás medidas… Todos entendemos esto que pasa. Así que, por un lado la distancia social está siempre presente, pero desde otro lugar, casi es el futuro, ¿viste?”
Hay algunos métodos que tienen que ver con el futuro, que llegaron para quedarse.
“Como los Zoom, por ejemplo. Tengo reuniones con gente de San Pablo desde acá. Estoy entendiendo este nuevo sistema. Y, te digo, sinceramente, ¡ya no quiero ir a ninguna reunión presencial! Nosotros estamos armando unos shows sin público en otras ciudades. Diseñamos el set y otro equipo te lo arma a distancia. Con respecto a la tecnología y la iluminación, lo hacemos vía streaming con un técnico de la otra ciudad y nos va enfocando el espacio, corregimos y terminamos operando vía wifi desde Buenos Aires. Así que es todo bastante nuevo. Y ahora, yo quiero seguir así. ¡No quiero ir más! Si bien hay algo que perdés, como esa sensibilidad de estar en el espacio, que te sirve mucho para trabajar. Vía cámaras, pantallas y celulares, dándole órdenes a otro a kilómetros de distancia, es raro, pero muy interesante.”
Uno pensaría que es imposible y se puede. Es distinto, pero se puede…
“Sí. No solamente se puede, sino que un montón de estas cosas que estamos aprovechando van a quedar. Realmente, es un quiebre.”
¿Y este cambio te sirvió para descubrir cosas nuevas?
“Nunca había hecho streamings, por ejemplo. Tengo una formación muy clásica, dentro de lo que hago. Yo ya vivía en el siglo XX, ¿entendes? Entonces, tengo una formación old school que me encanta combinar con la tecnología del siglo XXI. Un poco, considero que ese es mi aporte, a diferencia de las nuevas generaciones totalmente tecnificadas, o de las viejas que no se adaptaron a las nuevas tecnologías. Estoy en la bisagra. Es una reflexión rápida la que hago pero, ni buena ni mala, sinceramente, me doy cuenta de que es así. Estoy aprendiendo cosas que pensé que no me iban a hacer falta.”
Pero te sentís capacitado para incorporarlas…
“Estoy en eso. Tiene que ver con la adaptación del hombre a su entorno ¿no? Al final, te adaptas. Ha habido catástrofes, pandemias, pestes, tragedias que estudiamos en la escuela y sabíamos de las transformaciones sociales, y ahora sos parte de eso, de este cambio. ‘El hombre se adapta a sus costumbres’, esa es una especie de frase hecha y, ahora, estamos todos en esto. Es algo exótico. Si bien algunos estamos haciendo cosas, hay como una nostalgia, tristeza… Hay un dark dando vueltas. En la esquina de casa hay un hotel que siempre se llenaba de brasileños y ahora es un hotel de COVID-19. Se ven ambulancias todo el día… Es muy difícil separarte de la situación, más allá de que estoy con trabajo y proyectos.”
“La idea era agarrar un club de barrio y transformarlo en un dancefloor con veinte faroles. ¡Y estuvimos como un año y más! Hasta que un día fue Gustavo Cerati y me dijo que le gustaba lo que hacía. Y pasé directo de ahí a hacer Soda Stereo.”
Hablemos un poco de tus inicios en este mundo del diseño de escenarios y puestas en escena. Empezaste hace ya muchos años y tenés formación académica. ¿Cómo fueron esos primeros años y la experiencia en la discoteca Morocco de Buenos Aires?
“No estoy graduado en ninguna carrera pero sí me sirvió mucho como formación académica. Hice seis años de arquitectura y también estudié diseño gráfico e industrial. Todo eso me sirvió mucho para entender. No soy arquitecto porque no me terminó de interesar la obra, pero sí toda la formación y el estudio, que es súper completo y complejo. Cuando estudiaba, en los últimos años, empecé a hacer unos trabajos y, a la vez, pertenecía a un colectivo underground de esa época donde habían artistas, músicos, DJs y diseñadores de moda… Y se empezaron a hacer unas fiestas que se llamaban Nomade Club, que eran muy populares y modernas, y uno de los que organizaba la fiesta me invitó a trabajar con ellos. ‘¿Qué querés hacer?’, me dijo. ‘Bueno, las luces’, le dije. La idea era agarrar un club de barrio y transformarlo en un dancefloor con veinte faroles. ¡Y estuvimos como un año y más! Un éxito. Hasta que un día fue Gustavo Cerati y me dijo que le gustaba lo que hacía. Y pasé directo de ahí a hacer Soda Stereo.”
¡Wow! ¿Y cómo fue eso?
“Me dijo: ‘hacé lo que quieras. Presentanos algo’. Él había visto otro proyecto que yo había hecho para el Instituto Goethe, para una situación cultural diferente, donde me habían dado un espacio para transformarlo. Todo esto, como estudiante de arquitectura. Siempre fui sensible a la luz, la iluminación… Creo que es la parte más sensible de mi trabajo.”
Son elementos protagonistas.
“Si. Tanto en esa época como ahora. Si quiero cambiar una situación escenográfica, a lo mejor, con dos situaciones lumínicas lo puedo lograr. Yo me hice muy amigo de la luz y, a partir de ahí, empecé. Y empecé con Gustavo y en paralelo llegaron unos españoles a hacer una discoteca, El Morocco, y me contactaron para que la diseñara. ¡Un escándalo! La cantante española Alaska, un ícono de los años ochenta de España, era la dueña del Morocco, y ya venían con otra cabeza, ¿viste? Había una mezcla cultural que recién comenzaba en Buenos Aires. Yo aprendí mucho ahí. El Morocco tenía dos pisos: una planta baja que era el restaurante, que lo diseño el gran Sergio de Loof, y el sótano que me lo dieron a mí y era la discoteca techno.”
La propuesta escénica para el Sunsetstrip de Hernán Cattaneo en el Campo Argentino de Polo.
Foto: Tuti Gianakis
Ahí, ya como un proyecto fijo, posterior a lo de Nómade.
“Sí, ahí ya era un proyecto fijo y yo quedé como parte de la dirección artística junto al equipo español. Ya empezaba la tendencia de traer DJs de afuera, como Laurent Garnier, por ejemplo. Como residentes estaba la DJ Union, que eran Carla Tintoré, DJ Trincado y Diego Ro-K. Era un fin de semana muy fuerte a puro techno y house. Era la propuesta más fuerte de la ciudad y explotaba. Así que me quedé ahí, por un par de temporadas, hasta que la noche me cansó un poco. Lo que pasa es que yo nunca dejé de trabajar en otros proyectos, así que tenía otras cosas. Más tarde conocí a Babasónicos. Empecé a diseñar sus shows, y ya la noche, que me encanta y disfruto mucho la cultura nocturna, me fue cansando. Si bien yo hago mucho rock, mi ADN es la música electrónica.”
“Si bien yo hago mucho rock, mi ADN es la música electrónica.”
¿Te sentís más cómodo trabajando para la música electrónica?
“No sé si me siento más cómodo pero aprendí ahí, no en un recital de rock. De hecho, yo llego a Gustavo Cerati ya desde el techno o la disco. Lo que a él le interesó fue que yo no venía del rock. Después, me fui metiendo en otras culturas musicales y me abrí, y ni te explico dónde estoy ahora… Soy hijo de una madre música y, si bien vengo de la electrónica, soy abierto a todo. Me gusta la música en general.”
Así que podrías trabajar con cualquier músico. ¿Cómo desarrollás la idea? ¿Tiene que ver más con el artista en cuestión o con tu manera de trabajar?
“Depende. Hay un montón de proyectos que no hago. Y no porque no me guste ni por subestimar nada, sino porque siento que no va a fluir. Me pasa con grandes pistas electrónicas, también. Es algo muy personal. Hay una parte del trabajo en donde yo necesito que haya emoción. Afortunadamente, he tenido trabajo constante, porque también podría haber pasado lo contrario. Entonces, si a mí no me emociona, si veo que te miro y no nos encontramos, prefiero que no. Y a veces es algo que hay que trabajarlo. Me pasa con las nuevas generaciones también. Por ejemplo, me pasó exactamente con Paulo Londra. Me llaman para diseñar su nuevo show para una gira internacional ‘¿Quién es Paulo Londra?’, pregunté. Y, de golpe, empiezo a entender quién es él, y todo lo que estuvo haciendo y todo lo que abarca. Antes de esto dije: ‘Yo necesito conocerlo, no quiero ver más videos de el en Youtube’. Porque todo lo que ves en una pantalla, está en una pantalla. Yo necesito conocer a la persona. Conoci a Paulo y resultó, hubo feeling. De no ser un oyente de su música ni de su género, pude meterme. Y creo que fue por la persona.”
La puesta en escena de Lacroix para Paulo Londra.
Foto: Juani Laborda
Es particular porque uno pensaría que la electrónica necesita o siempre estuvo ligada a todos estos estímulos visuales y, probablemente, con el reggaetón o el trap, como con Londra, no sea así.
“Si, tal cual. Pero no fue mi caso. Yo lo llené de cosas y de arquitectura visuales que iban más allá del reggaetón y del trap. Por el contrario, entendí todo eso que decís y pensé ‘Paulo necesita una puesta en escena versátil que lo contenga’. Por ejemplo, en mis conversaciones con él, me decía que en sus shows anteriores llegaba muy agitado a la mitad del show. ‘Busquemos la manera de que no pase’, le dije. Comúnmente, en este tipo de nuevos géneros urbanos, los artistas ingresan al escenario corriendo, saltando, gritando y desafinando. Recomendé comprar un micrófono de pie, bien crooner espléndido, negro, heavy. El usa inalámbrico. Para los primeros tres temas de su show, tal vez su esencia más trap, groovie, con mucho sublow, sugerí que no se mueva de su lugar y que cante con el micrófono de pie fijo, dominando el centro de la escena. ‘Ves donde estas, quién está, ves el lugar, la multitud, la profundidad del público, percibís la energía, te escuchas y, cuando entendés el entorno y estas cómodo, hacé lo que quieras’. De esta manera, comenzando más estático pero fuerte y contundente musicalmente, ahorras energía vocal y yo administro la energía visual del show.”
Claro, después el artista tiene que estar de acuerdo…
“Si, claramente fue un un consenso igual, cuando te digo algo, trato de estar armado por todos lados para que me digas que sí. Porque, si no, está la subjetividad de cada uno. Me pasa también con Adrián –Dárgelos- de Babasonicos desde hace años. Él es uno de los artistas que más conozco, el que más versatilidad tiene dentro de la escena y del escenario. De golpe es un bailarín, de golpe es un cantante hipnótico, atemporal o un cantante de rock furioso. Hemos trabajado mucho estas situaciones escénicas con él, de cómo es la pisada escénica, cómo empieza el show, por dónde tiene que aparecer, por dónde tiene que desaparecer, qué pasa cuándo se queda solo, cuáles son sus ríos lumínicos por donde él podrá nadar libremente. Es un trabajo muy personalizado y hermoso. Con los DJs, que me encanta hacer, se trata de otra cosa. Ahí tiene que ver más la escala, el tiempo. Son shows que pueden durar seis horas o más, con miles y miles de personas. Ahí, ya te agarrás de otros elementos: el espacio, la grandilocuencia, lo efectista, el maximalismo, el día, la noche… Ahora, que hicimos el segundo Sunsetstrip con Hernán – Cattaneo-, justamente nos pasó eso: la mitad del show era de día y la otra mitad era de noche. Tenés que pensar cómo aprovechar el sol, los recursos que tenés, o la misma arquitectura del lugar para que quede divina de día y a la noche cambie todo. Como diseñador, soy muy amplio. Tuve que abrir mi cabeza. Es lo que intento hacer siempre. Te vas adaptando a las situaciones, a lo que tenés. Soy movedizo. Vivimos en Argentina y la tecnología y los presupuestos son otros.”
¿Qué limitaciones tiene vivir en Sudamérica?
“Las limitaciones son las que tenemos todos: poco presupuesto, poco tiempo, poco ensayo, pero grandes ideas. Kanye West arma su show y está veinte días o más ensayándolo en un hangar, con vestuario y toda su crew. Acá tenés un solo día para armar, ensayar y probar sonido. ¡Pero así somos nosotros! Yo no voy a cambiar eso. Lo que hice fue adaptarme, comprendiendo esa situación. Una vez que lo entendés, planteás la estrategia de diseño desde otro lugar.”
Babásonicos en el Teatro Colón.
Foto: Martin Bonetto
Nombraste a Kanye… ¿Te nutrís de lo que pasa afuera? ¿Tomás referencias?
“Trato que no pase. Yo soy diseñador y me gusta dibujar, me gusta pensar. Tengo otros parámetros para estimularme. Si voy al Luna Park, veo el techo, las gradas, las proporciones, las perspectivas… Si voy al Maipo, veo otra cosa. Prefiero que lo que me estimule no sea un video de Youtube de Kendrick Lamar sino que sea el entorno donde voy a trabajar, el artista y su setlist. Lo veo a Kendrick, pero porque me gusta. A la hora de diseñar, no lo pongo como parámetro. Creo que la tecnología vino a correr un poco al diseño y a poner todo muy parejo. Manejás ciertas aplicaciones y programas y ya diseñas. No digo que no se pueda pero me parece que el diseño requiere de un poco más.”
“Kanye West arma su show y está veinte días o más ensayándolo en un hangar, con vestuario y toda su
El internet facilitó un montón de herramientas pero, a veces, eso resulta perjudicial…
“Como te dije antes, yo aprendí en el siglo XX. Aprendí a dibujar, primero con lápiz y después en la computadora, Lo que vos tenés en tu cabeza llega a la mano y dibujás. Me puede gustar una luz linda que le pusieron a Rosalía en una entrega de premios, por ejemplo, pero queda ahí. Lo tengo como una buena sensación, pero nunca diría ‘voy a traer la luz de Rosalía’. Una vez que viste cosas, te quedan incorporadas y están, pero no voy directamente al recurso que ví. Dejo que mi cabeza procese lo que quiera…”
¿Sentís que tenés un estilo?
“Si, siento que sí. Si veo el trabajo que hacemos con mi equipo, porque somos un equipo el cual yo dirijo, si, tenemos un estilo. Creo que nos caracteriza el uso del espacio, que es un plus que tengo por la arquitectura, donde encuentro patrones diferentes para trabajar. Me permite entender el espacio escénico desde otro lugar, las perspectivas, que el que está arriba en la última popular vea increíble y el que ve desde el mega VIP también. El espacio me condiciona. Después, puedo tener más o menos LEDs pero, agarrarme del lugar en donde estoy, me resulta interesante. Me parece que fluye.”
“Ya te digo: si Tale of Us o Richie Hawtin hubiesen estado todo el show apagado, para mí ya era súper atractivo.”
La música electrónica de baile tiene en su costado más underground a los defensores de que no se necesitan estímulos más que la música. ¿Te parece válido? ¿Creés que siempre hay algo que hacer para sumar?
“Puedo coincidir con lo que decís. Por ejemplo, en enero diseñamos los shows en Mute en Mar del Plata donde entre otros artistas, estaba Tale of Us. Ellos tienen su gira Afterlife impresionante, pero aquí vinieron como un DJ set nada más. Y yo ya tenía visto todo lo que hacían en sus shows… ¡Hice la mitad del show en negro! Me parecía que hacían un trabajo increíble con el sonido. En una playa para miles de personas al aire libre, con la brisa del mar, el cielo era infernal, las estrellas estaban arriba nuestro… Entonces, tuve partes de oscuridad total en el show. Y, por momentos, un poco Las Vegas, que explotaban cosas, pero me seducía muchísimo la oscuridad porque había un trabajo de sonido increíble y la gente enloquecía. Algo que me había pasado con Richie Hawtin hace unos años. ¿Cómo hago para superar el audio que están poniendo? Me quedo un paso atrás y que el protagonista sea el audio. Eso tiene que ver mucho con el ego de todos los que trabajamos. Y te lo digo con Tale of Us pero podría decirte lo mismo de Babasónicos. Hay un momento donde Adrián está diciendo las dos últimas palabras de una canción, y yo tengo para implementar muchos recursos visuales pero me doy cuenta que la gente está mirando la boca de Adrián y lo que dice. y trato de minimizar la escena. Adrián es todo en ese momento. Tengo muchos años de profesión y pude entender esto, que hay otras cosas del show que van más allá de lo visual. Ya te digo: si Tale of Us o Richie Hawtin hubiese estado todo el show apagado, para mí ya era súper atractivo. A mí me contratan para subir visualmente la escena pero hay veces que menos es más, y no porque sea minimalista.”
¿Y de cara al futuro? ¿Qué se viene?
“Soy de vivir el presente. Vengo de hacer doce shows en estas últimas semanas. Sin público, en diferentes partes del mundo, con súper artistas de distintos géneros. Todo de una emoción extrema, trabajando de esta manera: a través de Zoom y video llamadas. La verdad es que el espectador es muy necesario para nuestro trabajo. Si el público responde de una u otra manera, disparamos para uno u otro lugar. Mi cabina se pone a tono con lo que está sucediendo. Ahora, quiero entender este nuevo estímulo sin espectadores presentes.”
El show del dúo italiano Tale of Us en Mute Mar del Plata.