El estilo musical de Stepan Bodzin es inconfundible. Sus creaciones en vivo son tan nítidas como profundas, pudiéndose reconocer con ojos cerrados al creador de esos sonidos. Su condimento especial, teclados y sintetizadores, se conjugan con las típicas bandejas de DJ para hacer una sumatoria explosiva y voladora. El alemán brilla y trastoca sentimientos con distorsiones introspectivas, al sumergir a los clubbers en recuerdos ocultos. Sostenidas lagunas emocionales. Y en medio de esa marea, zas, bombos de techno rabioso y todos a bailar. El pelado y su fórmula de la felicidad.
En la gigantesca carpa a dos aguas de Mandarine Tent, el asunto ocurrió por la tarde. Un preciso warm up de Mariano Mellino se extendió por cuatro horas, orgullo argentino de estirpe internacional. Luego llegaron los sacudones de Bodzin. La intensidad del plato principal se hizo sentir para el disfrute de todo el predio. Particularmente la última hora de su set fue demencial. Jóvenes tomándose la cabeza con sus manos o mirando al cielo en busca de alguna explicación lógica a lo que estaban escuchando. Como en esos sets de YouTube, Stephan no decepcionó.
En Córdoba, bajo una arquitectura brutalista de fábrica abandonada, el pelado renovó su compromiso con la excelencia musical. Con Nim de telonero, el alemán conmovió con arte sonoro ejecutado en vivo a los miles de fanáticos que llegaron hasta las afueras de la capital para volar con clásicos y nuevas perlas de un artista que ofrece siempre el mismo plato, es cierto. Es que seguramente si cualquier otro mortal pudiera cocinar siempre tan rico, tampoco cambiaría nunca la receta.