Urban Groove: Legado compartido

Urban Groove: Legado compartido

Recorremos la historia del icónico grupo electrónico argentino Urban Groove junto a sus integrantes Diego Cid, Miguel Silver, Luis Nieva, Omar Amo y Eduardo Criado.

Artículos | Por Hernan Pandelo | 22 de marzo de 2021

Foto: Alejandro Delgado

A medida que el mundo entero reconocía a la música electrónica como una industria que despertaba pasiones –y también unas buenas sumas de dinero-, con el éxito de clubes legendarios como el Paradise Garage neoyorquino habiendo consolidado la figura del DJ como estrella o la fiebre del acid house en el Reino Unido para finales de los años ochenta, en Argentina eran solo unos pocos los que estaban al tanto del movimiento que crecía de manera sostenida.

Para principios de los años noventa, la escena de la música electrónica tomaba forma y se podía sentir como esa revolución silenciosa empezaba a gestarse en la Ciudad de Buenos Aires. Discotecas como Ultra, Fledermaus y El Dorado se llenaban de jóvenes entusiastas que se acercaban de diferentes puntos de Buenos Aires para imponer los sonidos que llegaban desde el exterior.

Mientras se comprobaba el interés de algunos sectores por esta nueva corriente musical, comenzaron a surgir ideas en el plano local que terminaron por darle forma a una joven escena electrónica. Fiestas con line ups multifacéticos ganaron terreno y encuentros como “Salven Al Vinilo” en El Dorado o los afterhours de Fellini fueron algunos de los elementos claves que le permitieron a estos DJs reconocer una química grupal que terminaría por ayudar a la conformación de uno de los grupos de música electrónica más emblemáticos de todo el continente.

ABRIENDO LA CABINA

Fue en el año 1994 cuando el dueño de Club Caniche le sugirió a Diego Cid hacerse cargo de la artística de su discoteca. La idea era que Cid tome las riendas del sector llamado “Vampire”, un sótano rústico con escasa iluminación, donde los asistentes apenas podían ver sus caras. Fueron esos encuentros experimentales los que empezaron a allanar el camino. El formato de “cabina abierta” se hizo lugar, dándole espacio a nuevos DJs del género: cada uno aportaba sus discos, su talento y la necesaria logística de convocatoria con flyers, invitaciones de boca en boca o una tímida difusión a través de diferentes radios locales.

La afinidad musical, el compromiso y el crecimiento que experimentaba la música electrónica fueron algunos de los elementos que terminaron de consolidar a la formación que pasaría a llamarse formalmente Urban Groove, tomando el nombre del leimotiv “Urban Groove Next Power Generation” que se hacía presente en los flyers promocionales.

“La disquería Malevo Records era el vértice”, recuerda el integrante de Urban Groove Luis Nieva sobre el punto de encuentro que había reunido a estos amantes del techno, quienes ya habían tenido encuentros esporádicos en otros clubes del circuito underground. “La mayoría de nosotros habíamos compartido cabinas y habíamos coincidido en otras fiestas. Esa química grupal se terminó de definir en la cabina abierta de Club Caniche. ¡Ese fue el principio de todo!”, asegura Luis. Con una relación cada vez más sólida, las noches del Club Caniche se convirtieron en verdaderos encuentros de culto. “Ya al final de Club Caniche estábamos muy aceitados en la dinámica grupal y contábamos con varios seguidores incondicionales. Eso nos dio un gran golpe de entusiasmo para seguir creciendo”, menciona Omar Amo.

Finalmente, cuestiones relacionadas al contrato edilicio del espacio en el que funcionaba Club Caniche determinaron su cierre, pero ya se habían alineado los planetas: Urban Groove había conseguido prolongar su permanencia en el club por mucho más tiempo de lo previsto y el futuro era brillante. “Siempre nos lo tomamos muy en serio”, dispara Diego Cid. “Vivir de la música fue consecuencia natural de un trabajo hecho con mucha pasión y compromiso”, agrega el experimentado DJ, quien recuerda la importancia que tenían sus viajes al exterior para hacerse con vinilos únicos y frecuentar disquerías y eventos en donde se cruzaban con artistas de primera línea como John Selway, DJ Sneak, Green Velvet, Danny Rampling, Justin Robertson, Woody McBride, Daniel Bell Aka DBX, o Danny Tenaglia, entre muchos otros. “Desde siempre, nuestros intereses pasaron primordialmente por lo musical. El hecho de poder dedicarnos pura y exclusivamente a esto fue fruto al esfuerzo y la constancia.”

Tras el anunciado cierre del club que los había visto nacer como agrupación, se dio inicio a una serie de fiestas itinerantes cada vez más convocantes en espacios como El Dorado, Fellini, El Mercado y Cinema. Por ese entonces, la escena electrónica experimentaba un crecimiento sin precedentes en el país pero eran los sonidos del mainstream los que reinaban durante la noche. Así fue como la propuesta de avanzada que ofrecía Urban Groove encontró otro espacio: un poco, gracias a una necesidad de la escena y, otro poco, gracias a la predisposición propia del grupo, los afterhours fueron el match made in heaven para dar el salto gracias a sus características oscuras y experimentales.

“Vale aclarar que el espacio físico donde funcionaba Cinema, en ese entonces, estaba cerrado como club”, aporta Miguel Silver. “Pactamos hacernos cargo del espacio en el horario de afterhours porque el lugar en donde tocábamos anteriormente nos quedaba chico en tamaño. Fue en una de esas mañanas en donde nos visitó Hernán Cattaneo”, quien ya era para ese entonces un personaje destacado en la escena porteña. Ya había sido residente de aquel espacio unos años antes y estaba consolidando su figura en otro de los grandes sitios que colaboraron en la conformación de la escena local, Clubland (Pacha Buenos Aires). Luego de ver su presentación, les brindó una fundamental oportunidad para tocar en Pacha. “Nos escuchó y le gustó nuestra propuesta musical y tuvo la amabilidad de invitarnos a pinchar a una fiesta en Pacha. La misma tuvo muy buena repercusión y fue así que nos ofreció una residencia mensual en ClubLand. En ese momento, comenzamos a ampliar nuestro público porque no solo nos escuchaban en el underground sino también en discotecas más grandes”, nos pone en órbita Silver respecto a una época en donde Pacha era una de los grandes espacios que tenía la Ciudad de Buenos Aires junto a establecimientos como El Cielo y La Morocha. Urban Groove empezaba a consolidarse tras un vertiginoso ascenso circulando de manera itinerante por los espacios de Buenos Aires.

La avanzada terminó por explotar con los afterhours en Pantheon, un legendario subsuelo de rock gótico de la zona del microcentro porteño donde, años atrás, funcionaba la mítica sala Fledermaus. El contexto que vivía la escena, las características del lugar y la madurez del colectivo Urban Groove para desarrollar sus sesiones en directo fueron el catalizador que hizo de Pantheon el lugar ideal para extender y consolidar el concepto de techno visceral y contundente por el que serían recordados hasta el día de hoy. Otros DJs locales solían hacerse presentes. A veces, compartiendo cabina y, otras tantas, bailando en la pista. Ya se había corrido la voz y aquel que buscase sonidos experimentales tenía allí un destino asegurado. “Los artistas y deportistas que nos visitaban en los shows del ‘después de hora’ salían del personaje y se comportaban de una manera mucho más natural y relajada, mimetizándose con el resto de los concurrentes”, rememora Omar Amo. La repercusión del lugar fue tal que ilustres artistas como Danny Rampling o el mismísimo Bono de U2 decidieron visitarlo por curiosidad.

CONSOLIDANDO EL GROOVE

Con el nuevo milenio cada vez más cerca, el grupo ya había sabido ganarse el reconocimiento del público y de sus pares. Para 1997, decidieron dejar registro en CD de los míticos encuentros en Pantheon con el título “3 para el 2000”, un mix que reunía los tracks más representativos del ciclo. Con una producción independiente, de la cual se hicieron solo tres mil copias, el disco fue todo un éxito en las disquerías especializadas. La trascendencia de Urban Groove fue tal que comenzó a tocar en las principales discotecas de Buenos Aires de los noventa como El Cielo, La Morocha, El Divino, Buenos Aires News, L’Inferno, Morocco, El Dorado, New York City y Niceto. Y se fueron sumando innumerables eventos: Buenos Aires No Duerme, AlternatiBA, Superdomo, Museum, Oval, Goethe Institute, las principales ciudades de Argentina y algunos países limítrofes fueron testigos de sus sesiones.

El éxito de sus presentaciones sirvió para ganar confianza y la innovación se mantuvo entre sus premisas. Organizaron el ciclo Karmaval en el espacio Dr. Jekyll de la Ciudad de Buenos Aires. La novedad: tocaban junto a músicos y percusionistas, interactuando en vivo. “La Urban”, el cariñoso apodo que habían impuesto sus seguidores, disfrutaba por ese entonces de una llegada amplia, conectando tanto con los sectores más under como con los más glamorosos. La porción que faltaba, el público rockero, iba a sumarse pronto. Durante dos meses, los jueves de Dr. Jekyll, el club que funcionaba en donde había tenido lugar el reducto rockero Prix D’ami, fueron el escenario de raves inolvidables donde pinchaban su música e invitaban a bandas de rock emergentes como Los Látigos y DDT, entre otros. Así fue como Urban Groove se convirtió en uno de los responsables de la explosión rave de los noventa en Argentina, tocando junto a artistas de la talla de Daniel Bell, Robert Armani y Woody McBride en las inolvidables fiestas Ultimate Rave de Parque Sarmiento.

Con el movimiento rave en pleno auge, envalentonados por sus aciertos previos, decidieron expandir los horizontes e ir en busca de una unificación sudamericana. Junto a la productora Bioma desarrollaron la Rave Sudamericana en el año 1998, un evento que marcó un antes y un después en la electrónica de la región. “Ese evento dejó una huella y un legado para todo lo que vino después. Demostró que Buenos Aires estaba preparada cultural y musicalmente para generar las mismas fiestas que se organizaban en Europa y no era necesario desarrollarlo con un concepto de música ‘comercial’ o parecido, ya que nuestros eventos eran totalmente lo contrario”, confirma Cid. Convocando a unas 20 mil personas en Argentina y replicando acciones en países como Brasil, Uruguay, Chile y Paraguay, se trató de un tour que apostó a los talentos locales, presentando artistas como el colectivo de DJ EUPHORIA de Chile, Mau Mau y Camilo Rocha, Renato Lopez de Brasil, Fernando Picon, DJ  Castelli de Uruguay y Ramón Mera de Paraguay.

PROPAGANDO EL MENSAJE

El presente de Urban Groove los obligó a buscar un espacio más grande para sus actividades regulares y así fue como el afterhours de Pantheon se trasladó a un nuevo club que bautizaron K2, un lugar que quedaría grabado en la historia del colectivo artístico. “Básicamente, fue la continuidad de Pantheon”, analiza Eduardo Criado, reconocido en aquel entonces como L’inspecteur. Para él, el predio que tenía lugar en la calle Viamonte al 800 había sido un salto de calidad. Era un enorme espacio subterráneo que contaba con tres encantadores sectores: Groove Lab era el ambiente principal donde sonaba puro techno, el sector V estaba pensado para los ritmos experimentales y Subliminal se encargaba de los aportes chill out. “Ese espacio nos permitió desarrollar otras corrientes musicales vanguardistas que comenzaban a verse en aquellos años en la escena electrónica”, sostiene.

Promediando unos 1000 asistentes por cada una de sus mañanas, K2 marcó una época en la escena nocturna gracias a un sólido criterio artístico que conjugaba la estética musical con el diseño de los flyers como pocas veces se había visto. Con algunas de sus jornadas recordadas hasta el día de hoy, pasaron por su cabina infinidad de artistas locales y otros héroes de la escena electrónica internacional como Ricardo Villalobos, Funk D’Void, Angel Molina, Hakan Lidbo, Function, Stewart Walker, Matías Aguayo, DJ Duke y John Selway, entre otros.

Cuatro años después de aquel experimento en el Club Caniche, el status que se ganó Urban Groove terminó por empujarlos a cerrar un acuerdo con la discográfica Universal Music. El gigante multinacional les ofreció producir un nuevo álbum con tracks propios y así tomó forma “2 para el 2000”, una continuación de su primer CD. Con una distribución que incluyó vinilos, CDs y cassettes, presentó exitosos tracks como “Essential” y “Mosquito Ninja” y tuvo una muy buena aceptación por parte del público. La positiva relación con Universal Music los llevó a nuevos territorios y oficiaron de teloneros para The Prodigy en su primera visita a la Argentina. Con sede en el Parque Sarmiento, Urban Groove presentó un show experimental en formato big band que contó con todos sus integrantes y un puñado de artistas invitados como Carlos Shaw, los hermanos Satragno y Seb Fazón. La música electrónica ya no era el futuro sino un agradable y exitoso presente que se empezaba a colar en terrenos del mainstream.

Urban Groove aprovechó el envión. Una seguidilla de espectáculos multitudinarios lo confirmó: Compartieron el escenario del Estadio Obras con Kraftwerk, se presentaron en Museum junto a Front 242 y coincidieron con The Orb en el BA Hot Festival. Tocaron junto a artistas de la elite electrónica como Richie Hawtin, Tobias Schmidt y Neil Landstrum -en el primer aterrizaje de la marca Tresor en Argentina-, Funk D’Void, Green Velvet, Christian Smith y Luke Slater, entre muchos otros de una interminable lista. “Aprendimos mucho y, de alguna manera, fue tocar el cielo con las manos”, dice Luis Nieva sobre aquellos eventos junto a los grandes actores del momento. “Artistas tan importantes para la historia de la música electrónica, músicos que fueron absoluta influencia para generaciones de DJs y productores, y nosotros compartiendo escenario con ellos. Nos pellizcábamos a cada rato para ver si era un sueño”, se sincera.

Tras años de una constante evolución, lejos de dormirse en sus laureles, la agrupación consolidó uno de sus más grandes proyectos. “Fue y es una performance única en su especie”, reafirma Miguel Silver. “Probablemente, la obra maestra de la agrupación”, dobla la apuesta. La transición hacia una performance en vivo al mejor estilo banda dio origen al show “7 Bandejas + 1 Mixer”, un espectáculo que, como su nombre indicaba, presentaba a cada uno de sus integrantes manipulando una bandeja con un rol musical específico, mientras Diego Cid orquestaba al mando de un mixer multipista, combinando los fragmentos, loops y bases que llegaban desde cada reproductor. Luego de una presentación oficial en el Centro Cultural San Martin, el show tomó vuelo y tuvo impacto a nivel mundial por su carácter único. Además de viajar por el país para presentarlo en diferentes ciudades, la presentación que tuvo lugar en su espacio, K2, se transmitió vía internet, un hecho por demás novedoso para ese entonces.

NUEVOS RUMBOS

Con el cambio de milenio cada vez más cerca, algo que estaba presente en su discografía, llegó en 1999 el álbum “Ciudad 00”. El disco se editó en el sello Oid Mortales a nivel local y tuvo su edición internacional en vinilo a través del icónico sello neoyorquino Stricly Rhythm. Tras la presentación con el show de las 7 bandejas en el Palacio Alsina de Buenos Aires y el éxito de sus anteriores proyectos, el camino de sus integrantes empezó a tener diferentes destinos. La crisis del 2001 en Argentina obligó el cierre del ciclo de afterhours y la formación completa dejó de lado las presentaciones y tan solo publicó al año siguiente, en 2002, un EP en vinilos para el sello Luxury Grooves que Diego Cid estableció desde su nueva base en Europa.

Pasaron diez años hasta que un nuevo disco tuvo impreso el nombre Urban Groove en su etiqueta. En 2012, retomaron los procesos de producción y editaron “Groove Lab” para el sello discográfico Music Brokers. El regreso estuvo acompañado por su ya icónico show a 7 bandejas, sin dudas, una de las invenciones más importantes del colectivo artístico. El 2017 los vio retomar con nuevas energías. El disco “Ritmos de Pista”, editado en vinilos, sería el objeto que deseo que devolvería a Urban a su público y a la nueva generación de fanáticos. De ahí en más, los 23 años de experiencia impresos en aquellos tracks volverían para quedarse.

Con lanzamientos en los años siguientes, como el “Notic Legalizer EP” para el sello Illegal Alien de México en 2018; “Visit Venus EP”, editado en formato vinilo para el sello suizo Kumquat; y “Escape From My Mind EP” por Noise Music de Brasil en 2019, en el 2020 llegó el LP “Primary Components”, una pieza que vio la luz en formato físico y digital por el sello Concepto Hipnótico en donde proponen, a través de 12 tracks, un recorrido por diferentes géneros como el ambient, el electro y el dub techno. Además, en noviembre lanzaron “Devastated Earth”, un EP extendido que los vio volver a editar por el reconocido sello de techno Illegal Alien con una edición limitada en formato cassette y digital que incluyó pasajes por el acid, el electro y diferentes colores del techno; y el 1 de marzo publicaron “Juegos Rítmicos”, su último EP en el sello Anaoh.

“Es una hermandad”, resume Diego Cid. “Lo mejor es que seguimos con las mismas ganas de hace 26 años, como si fuera el primer día y disfrutamos cada vez que nos juntamos a trabajar, ya sea en el estudio, en la cabina para tocar o experimentar la satisfacción cuando editamos un nuevo disco.”

Con un componente innovador difícil de encontrar en otra agrupación de la región, Urban Groove es una institución pionera que marcó un antes y un después en la disposición de la escena electrónica no solo de su país sino de todo un continente. Con ideales claros y un concepto de unidad adelantado a su época, decidió crearse sus oportunidades y no adaptarse a lo que estaba pasando. A 26 años de su primer encuentro, la unidad es una premisa y el futuro sigue siendo el horizonte.

Ya conocés la historia. Ahora, ¡podés revivirla! Este jueves 25 de marzo a las 18 hs de Argentina te traemos en exclusiva una reedición del mítico show 7 Turntables + 1 Mixer adaptado a tiempos de aislamiento. ¡Sumate!