El rol benéfico de Udolph en plena pandemia

El rol benéfico de Udolph en plena pandemia

“No creo ni en Papá Noel ni en la política, y sé que no vamos a salvar al mundo, pero si activamos, creo que podemos mejorar la calidad de vida de mucha gente.” 

Artículos | Por Hernan Pandelo | 11 de junio de 2021

Mientras se ponía a punto en un centro de rehabilitación, Adolfo Cortés, a quien seguro conozcan como Udolph, se encontró con la posibilidad de buscar a alguien a quien ayudar como parte de una tarea que lo iba a ayudar en su proceso. Fue junto a un grupo de compañeros que encontró un comedor cerca de la fundación en la que estaba tratando sus adicciones. “Cuando llegamos, la conocí a Norma, que armó el merendero en su casa, al ver la necesidad que había en su barrio”, recuerda. “Cuando ves que ella, sin que le sobre nada, en su casita humilde, sin apoyo financiero alguno de nadie, se pone a ayudar, es como un cachetazo de humildad y amor que te abre los ojos.” 

Adolfo y sus compañeros no sabían por dónde empezar. El comedor necesitaba de todo. “Por mi cabeza pasaban ideas de cómo ayudar, pero sentí mucha impotencia cuando tomé conciencia de la magnitud del problema, la desigualdad que hay y lo poco que le importa a todo el mundo”, cuenta. “Me sentía agradecido de poder ayudar y sentirme útil para otros. Aunque no estés salvando al mundo, estas pequeñas acciones te llenan el alma, son terapéuticas para mí. Es como una rueda: vos te sentís bien al ayudar y a quien le llega la ayuda te devuelve una sonrisa y te tira un rayo de amor que es difícil de explicar. A veces, terminás de tocar y la gente te viene a agradecer por el set que te mandaste y te sentís re bien. Bueno, ¡multiplicalo por mil! Además, es algo que siempre encaro con amigos y sin demasiado esfuerzo se puede ayudar muchísimo. Es tanto lo que les falta que todo ayuda: ir de visita a jugar un rato o lo que sea, cada cosa hace la diferencia.”

El merendero en cuestión queda en el barrio Lauda, en Monte Grande, montado en el garaje sin paredes de la humilde casa donde vive Norma. Antes de la pandemia, daban la merienda a unos treinta chicos y hacían actividades. Hoy hacen la merienda y la cena para casi doscientas personas, chicos y grandes. “Si tuvieran cómo, seguro les darían a más personas. En este momento, están recibiendo menos ayuda del estado que antes de la pandemia. No se puede creer, pero así es”, nos dice Udolph resignado.

“Me contó Norma que, muchos que antes la ayudaban, ahora van a buscar comida, dejaron de alimentar solo niños y ahora también le dan a los padres. Ella me cuenta que la gente está muy necesitada y que muchos perdieron sus trabajos. En resumen, está cada vez más complicado, pero nada de esto la detiene, ni paran a quejarse. Rendirse no es una opción para ellos”, destaca. “Una de las consecuencias también es que los chicos no pueden ir a hacer actividades al comedor, donde pasaban gran parte de la tarde, ni ir a buscar la comida. Tienen que ir los padres y llevarse la vianda.” 

Ya han sido varios los movimientos que generó Udolph a favor del merendero. Las primeras dos se dieron dentro del marco de ayuda de la fundación, pero una vez que terminó el tratamiento, mantuvo el contacto y ya ha organizado otras dos colectas por su cuenta. “La última vez, hace unas tres semanas, un día que hizo frio pensé en los pibes del comedor y le escribí a Norma para ver cómo andaba. El comedor estaba cerrado por que habían tenido COVID diferentes personas que asisten al mismo, y estaban más necesitados que nunca. Ahí nomás, corté con ella y sin pensarlo posteé en Instagram la lista de cosas que necesitaban y una cuenta de Mercado Pago para donaciones. Al toque, conseguimos dos cocinas, ropa, alimentos, pintura, muebles y unos 56 mil pesos que usamos para comprar comida. Ya entregamos todo e iban a volver a abrir sus puertas”, dice contento y agrega: “Y seguimos trabajando para ponerle paredes, así no se cagan de frio.”

“Lo más importante es salir de tu zona de confort y accionar. Salir de la queja”, destaca en medio de la conversación. “Estando internado aprendí que hacer servicio es lo mejor que te puede pasar. ¡La recompensa es zarpada! Y no cuesta nada ayudar… ¡si haces la cuenta costo beneficio es un negoción!”, nos ilumina sobre algo que parece haberse convertido en una fija de su vida, algo que ha encontrado una gran respuesta de su público, el que lo ayudó cada vez que así lo pidió.

“Desde la primera vez que hice publicas estas acciones, la respuesta de la gente fue unánime: todos brindando apoyo y ofreciéndose a ayudar cada uno desde su lugar, ya sea con unas palabras de aliento, dinero, alimento, ropa o simplemente compartiendo el post”, se enorgullece. “No creo ni en Papá Noel ni en la política, y sé que no vamos a salvar al mundo, pero si activamos, creo que podemos mejorar la calidad de vida de mucha gente. La nuestra, inclusive. No creo ni en situaciones ideales ni en utopías. La realidad es que el mundo es como es y no tiene arreglo, pero sí me gustaría ver a más gente con iniciativas similares. No estaría mal ver a más gente de la escena, que tienen más o menos llegada, haciendo algo por alguien que lo necesite.”

Harto de no poder tocar en un club, extrañando mucho a su gente, Udolph vive con la ansiedad que nos envuelve a todos en estos tiempos tan particulares. Ocupando su tiempo en el estudio, aprovechando para seguir aprendiendo y elaborando proyectos con colegas, se prepara para “salir con los tapones de punta cuando todo esto se termine”. Mientras tanto, utiliza su llegada para apoyar causas a las que parecen haber olvidado…

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